sábado, 28 de abril de 2007

La tormenta que lo engulle todo

La primavera también es caprichosa en Egipto. Entramos en lo que se conoce como jamsín, que traducido del árabe significa cincuenta. Son cincuenta días en los que el clima es muy variable. Un día amanece soleado, claro, respirable y algo caluroso, para luego, en la noche, descender bruscamente la temperatura. Puede ocurrir lo contrario, que la ciudad se levante coronada de nubarrones y apestando a tubo de escape, sea necesario salir a la calle con una chaqueta y se acabe durmiendo con la ventana abierta y espantando a los mosquitos que zumban detrás de la oreja.

También es la época donde caen las primeras y escasas lluvias del año en El Cairo, si a eso se le puede llamar llover. El agua cae del cielo a regañadientes y lo hace solo 5 o 10 días a lo largo de los 12 meses. En estas circunstancias, se entiende que muchos cairotas consideren al Nilo un regalo de Dios. Gracias al río, pulmón de Egipto, gran parte de la ciudad rebosa verdor. En algunos barrios, sobre todo los más próximos al agua, la vegetación parece propia de un país tropical. El 97 por ciento del territorio egipcio es desierto.Pero lo más peculiar y singular de la primavera, en esta parte del mundo, son las tormentas de arena, también llamadas jamasín, que todo lo cubren e invaden, y que llegan siempre acompañadas por un calor muy fastidioso, entre los meses de marzo y mayo. El jamasín no traiciona, de alguna u otra manera siempre avisa antes de invadir la ciudad.La primera señal es el viento, que se levanta de golpe y porrazo. Son ráfagas más fuertes de lo habitual. Los papeles y demás desperdicios que yacen en las calles de El Cairo alzan pronto el vuelo y empiezan a revolotear sin rumbo alguno.

La primera señal es el viento, que se levanta de golpe y porrazo. Son ráfagas más fuertes de lo habitual. Los papeles y demás desperdicios que yacen en las calles de El Cairo alzan pronto el vuelo y empiezan a revolotear sin rumbo alguno.

Acto seguido, uno empieza a percibir, en la lontananza, una extraña nube que se aproxima lentamente. Son millones de partículas de polvo y granitos finos de arena que viajan a gran velocidad,a través de los cielos, procedente del sur. Es la señal. Hay que empezar a prepararse. El monstruo empieza a enseñar sus fauces.

La nube avanza sin dilación hasta engullir literalmente toda la ciudad. La atmósfera adquiere entonces un color amarillento. A veces es tan densa que, en pleno día, es necesario encender las luces de las casas o de los automóviles. Los edificios desaparecen de golpe y porrazo y no se ve tres en un burro.

La insidiosa arenilla del desierto se cuela por todas partes. Por los huecos de la nariz, los pequeños orificios de las orejas y, si uno abre en exceso la boca, queda impregnada en la garganta. Una auténtica pesadilla. A todo eso hay que añadir el calor, que en esas circunstancias llega a ser sofocante. En esos días se suele ver a extranjeros, sobre todo de origen asiático, caminado por las calles de la capital con una máscara cubriéndoles la nariz y la boca, a lo Michael Jackson.

Lo mejor en días así es salir a la calle lo menos posible, aunque entre paredes tampoco se está a salvo del todo. No es extraño saborear arenilla mientras uno come en casa un plato de espaguetis o una ensalada. Es el aliño típico de los días de jamasín.

Crónica desde El Cairo - Kim Amor

Con permiso de mi coleguilla Sónia,sigo poniendo los post de "nuestra niña" LA VICTORIOSA.


2 comentarios:

Sònia... no tan fiera... dijo...

Ojalá fueran mios!!!!!!!

Este Kim Amor me tiene enganchadísima!!!

Petons!

Aguila Diurna dijo...

Que beneficios podrá traer una exfoliación intestinal?
Buen blog! me llevaste de paseo por parajes desconocidos del mundo y de tu mundo.
Gracias.