lunes, 30 de julio de 2007

Crónica desde el Cairo-Kim Amor


Bario de vivos y muertos.

Ibrahim permanece la mayor parte del tiempo sentado frente al mausoleo de Hafiz Ramadán o tomándose un té en el cafetín de la esquina. Su trabajo no es nada agradable, pero no se queja. Se ha dedicado toda la vida a enterrar cadáveres y a vigilar y cuidar 35 panteones de la Ciudad de los Muertos, la enorme necrópolis de El Cairo. No es un cementerio cualquiera. En realidad, es un barrio abierto más de la capital egipcia, de ocho kilómetros, surcado por estrechas calles sin asfaltar flanqueadas por construcciones de una planta.

Lo más peculiar de la Ciudad de los Muertos es, sin duda, que aquí las almas de los difuntos comparten morada con los vivos. Ibrahim, por ejemplo, convive desde hace años con un personaje ilustre. "Hafiz Ramadán fue uno de los ministros del sultán Mohamed Alí, que gobernó Egipto a mediados del siglo XIX", dice con voz ilustrada. "Sus restos descansan aquí, junto a los de sus cuatro mujeres", añade el guardián de tumbas.

"Pase y eche un vistazo". Primero, la parte de la casa dedicada a los vivos. Dos diminutas habitaciones, con un hueco para un baño y otro para una cocina. Al fondo, el espacio reservado a los muertos. Un patio a cielo descubierto con cuatro pilares de mármol en los que hay grabados versículos del Corán y los nombres de los fallecidos. "Son las tumbas más importantes que tengo a mi cargo", señala.

No hay un censo de las personas que viven en la Ciudad de los Muertos, pero algunas estimaciones hablan de unas 500.000. Son gente humilde, la mayoría inmigrantes de otras partes de Egipto que llegaron a la capital en busca de un futuro mejor. Tal es el caso de Fátima, de 48 años, casada y madre de tres hijos. Custodia el panteón de una familia bien. "Aquí se vive muy tranquilo, no como en otras partes de El Cairo donde la gente se apiña en pequeños pisos, casi sin intimidad".
Ahora en verano, cuando el calor aprieta, Fátima y los suyos duermen al raso, junto a las siete tumbas que hay en el patio trasero de la casa. Recuerda que hace unos años, su hijo pequeño jugaba al fútbol entre las sepulturas. Una de ellas estaba abierta, a la espera de que trajeran un cadáver. "La pelota se metió en el agujero y mi hijo, que entonces tenía solo dos años, entró a buscarla. Salió de ahí con una calavera en la mano", dice entre risas.Fátima calla cuando se le pregunta por los ladrones de tumbas. El año pasado, la policía detuvo a un vecino que admitió haber robado hasta 10 cadáveres. Según dijo, los vendió después a estudiantes de Medicina por una cifra equivalente a 270 euros. La Universidad de El Cairo negó las acusaciones.

Como en cualquier otro barrio de la capital, en la Ciudad de los Muertos hay comercios de comestibles, cafeterías y puestos de venta ambulante. El viernes, el día festivo semanal para los musulmanes, es el de más trabajo. Es cuando muchos cairotas visitan a sus difuntos. Se plantan frente a la sepultura, cargados de flores, para rezar y leer el Corán. A la plegaria se suelen sumar también chavales del barrio que esperan a cambio recibir una propina o un poco de comida.
Algunos fieles aprovechan también para visitar las mezquitas y santuarios, coronados por cúpulas, donde descansan importantes personajes de la historia del islam. En el barrio hay más de 66 monumentos islámicos de los fatimís, ayubís y mamelucos. Aquí se levantan, por ejemplo, la mezquita santuario de Sayyida Nafisa, bisnieta de Mahoma, y la del jurista del siglo XII Ibn Idris al Chafi. Aunque el islam suní solo permite venerar a Alá, la tradición ha convertido a estas figuras en santos a los que se reza y se rinde tributo.

Said lo sabe muy bien. Es el imán de la pequeña mezquita de Sidi Uqba --uno de los 60 acompañantes de Mahoma--, que está medio escondida en las callejuelas del barrio. Reconoce que a veces vienen mujeres con problemas de esterilidad a pedir al santo que les ayude a tener hijos. Dan vueltas al sepulcro que yace en una de las estancias del templo, mientras tiran pequeñas piedras por encima del hombro. El religioso intenta persuadirlas, sin éxito, de que no lo hagan. "Les digo que no deben ser supersticiosas y que lo que tienen que hacer es leer el Corán y venerar a Alá", explica junto a su hijo, Husein, un niño de cinco años vestido con una galabeya blanca. En cualquier caso, cada una de las mujeres deja una pequeña propina al imán, lo que sin duda le reconforta.
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Increíble pero cierto!Yo estuve enfrente y pase al lado de dicho "barrio" aunque nunca entre. Utilizando la jerga,es todo un puntazo!.
Dios mió...que tendrá ese país y esa megalópolis que nunca más me olvide de ellos desde el primer momento en el que pose el pie en esas tierras...Volveré! sin duda.

domingo, 22 de julio de 2007


¿Habrá algo mas aburrido que un Domingo tarde de verano? Bueno lo de verano por la fecha en la que estamos porque por la climatología lo dudo…Que hartura de lluvia, no salir el Sol e incluso tener que estar de nikys de manga larga. Como diría un colega mío, uuuuffffffffffff… Pero contra esto si que no podemos luchar. Luego son propicios para darle al tarro y que va, fatal!
Nada nada… un pequeño desahogo en “voz alta”.

Lo único que me reconforta es que estoy en la cuenta atrás hacia las ansiadas vacaciones. Sin horarios impuestos, sin prisas, sin medios de transporte que pillar ( excepto,el de si se viaja a otro lugar), sin tener que aguantar a indeseables...en una palabra.Solo haciendo lo que a uno le venga en gana.

QUE FELICIDAD.



domingo, 15 de julio de 2007

Un extranjero en la noche más feliz de Said.

Crónica desde El Cairo. Kim Amor

Con Said nos vemos casi a diario pero apenas hablamos. Es el quiosquero de la esquina, y el otro día me soltó de sopetón: "La semana que viene me caso. Estás invitado a la boda". Del cajón de la pequeña caseta sacó una tarjeta rosa, sellada con un corazón dorado. En el interior estaba impreso en árabe un versículo del Corán, además de la fecha, la hora y el lugar del acontecimiento. "No me falles", añadió con una sonrisa de oreja a oreja. Said se preparaba para celebrar uno de los días más importantes de su vida.

La cita es a las 10 de la noche en Basatin, un barrio muy popular del sur de El Cairo. Parte del callejón está cubierto por la suan, una carpa de lona roja y amarilla con cientos de luces de colores que chispean al ritmo de una atronadora música oriental. Está repleta de gente, toda de extracción humilde. El padre del novio, Mohamed, que hoy viste una almidonada y pulcra galabeya blanca, sale al encuentro del extranjero. "Salam alekum. Gracias por venir", le grita al oído, al tiempo que le abraza y le besa ambas mejillas. "Los novios están a punto de llegar", añade.

Abriéndose paso entre el gentío, le conduce a la mejor mesa, ocupada ya por cinco familiares varones del novio, y ordena a un camarero que sirva la cena. Una bandeja bien provista de carne de cordero, kefta (ternera picada) y patatas. Para beber, un refresco bien helado, un regalo del cielo en esta noche tan calurosa, y una fuente de fruta del tiempo. "Coma, coma", dice uno de los comensales provisto de un narguile, la típica pipa de agua egipcia.

A falta todavía de los novios, a uno le hacen sentir el protagonista de la velada. Todo son atenciones y parabienes. La gente se acerca, se presenta y te saluda como si te conociera de toda la vida, una actitud típica de la hospitalidad y simpatía de los egipcios. Los más tímidos te observan con curiosidad y entre risas desde la distancia. No es habitual ver a occidentales en celebraciones de este tipo. La carpa está abierta también a los vecinos del barrio, entre ellos niños algo desarrapados que saltan de mesa en mesa en busca de las sobras de la comida.

De improviso irrumpe el coche nupcial, un turismo plateado limpio como una patena. Said está pletórico, con traje oscuro y corbata roja. Emocionado, se funde en un abrazo con su único hermano, Ibrahim, de 16 años. Después tiende la mano a la novia, vestida de blanco, y la pareja se dirige entre vítores a la kosha, el estrado donde permanecerá el resto de la velada, recibiendo felicitaciones. La plataforma, forrada con telas de cálidos colores, está en la parte de la carpa reservada a las mujeres.

El cantante del grupo musical, un tipo de voz ronca que a estas alturas de la noche suda a borbotones, anuncia la salida a escena de la primera bailarina. Los movimientos sensuales de la danza del vientre hacen subir la temperatura de la velada, sobre todo entre los adolescentes que ya se han preocupado de ocupar las mesas más próximas al escenario. Los novios se suman al bailoteo entre las palmas de los amigos y familiares, que los rodean entre empujones. La fiesta dura hasta altas horas de la madrugada. A Said se le ve inmensamente feliz.

domingo, 8 de julio de 2007

Simplemente siete.


Ayer desde la capital lusa se han vuelto a nombrado las “nuevas maravillas del mundo”, votadas a través de Internet y los teléfonos. Entre ellas como finalista estaba nuestra maravillosa Alhambra y no pudo ser, no ha quedado entre las 7 primeras.
De todos modos, no han sido unas votaciones establecidas con unas bases artísticas y culturales. De hecho la UNESCO no esta de acuerdo en esta nuevo listado.
Ha favor de 6 de las que han salido estoy pero desde luego la que me parece que no pinta nada, tanto como para decir maravilla, es el Cristo Redentor de Rio de Janeiro. ¿Seguirá en pie dentro de cientos de años? no es por nada, pero creo que no.
En resumen, Granada y España entera no preocuparse que nuestra querida “Roja” es y será por todos los siglos una joya universal, por mucho que al parecer no supieran apreciar algunos.
También me pregunto, ¿por qué 7 y no 8 o ese número redondo 10? El siete es un número misterioso y mágico. Muchos aspectos de la vida del hombre se rigen por este número. Siete días la semana, los mismos que Dios necesito para formar la tierra, los mares del planeta, los chacras (puntos de energía en el cuerpo), pecados capitales, calamidades, infiernos, en la metafísica niveles de conciencia, el arco iris tiene estos mismos colores, las notas musicales, vidas tiene un gato, entre otras muchas… los griegos tenían este número como unidad universal.