martes, 14 de noviembre de 2006

Crónica desde el Cairo


Peatones toreros a orillas del Nilo


A veces uno se siente torero en El Cairo. No porque deba lidiar astados, sino porque hay que utilizar ciertos pases taurinos para evitar las cornadas de los vehículos. Aquí hay que aprender a ser peatón. No es tarea nada fácil. Como en el mundo de los toros, antes de tomar la alternativa es necesario haberse jugado previamente la vida.Lo primero que un peatón debe saber de esta ciudad es que las aceras, entendidas como vías limpias para pasear, escasean, por no decir que son prácticamente inexistentes. Es como si un ruedo no tuviera barrera. Son tantos los obstáculos que hay que sortear que, a veces, es preferible saltar a la arena, al terreno del enemigo, al de los vehículos. Eso sí, bien pegado al tendido, a una de las dos orillas de la calle y, a poder ser, viendo venir de frente a los coches, nunca de espaldas a ellos.

Una vez en el asfalto, llega lo más difícil, cruzar la calle. Es cuestión de andar con mucho tiento. Las avenidas del centro de la ciudad son las más complicadas, siempre atestadas de coches, autobuses, microbuses y motocicletas que intentan abrirse paso a bocinazos entre un tráfico loco y desordenado y algunos carros tirados por mulos. Es aquí cuando es necesario sacar el capote y, en ocasiones, hasta un buen par de banderillas. De poco sirven, por no decir de nada, los pasos de cebra, como tampoco hay que fiarse de los semáforos, pura decoración urbana.


Esperar el momento adecuado, aquel que te brinda la oportunidad de cruzar sin riesgo alguno, es tiempo perdido. Puede que tengas suerte y que te topes al poco rato con ese instante, pero no es lo normal. O que el guardia de tráfico de turno, si es que lo hay, te eche amablemente una mano y asuma el riesgo de plantarse en medio del asfalto --como los subalternos en la plaza-- para detener a los astados rodantes.Pero eso raramente ocurre. Así que, si uno no quiere quedarse por tiempo indefinido como un clavo, debe tomar la iniciativa y acabar lo antes posible con la faena. Como los buenos matadores, hay que ser decidido, aguerrido y siempre audaz. Hay que lanzarse sin temor, pero con respeto, sobre el enemigo. Pero ojo, no de cualquier manera.Una de las técnicas utilizada por un sabio colega, experimentado en estas lides, es la siguiente: Extender el brazo hacia adelante y no bajarlo mientras se camina. Hay que mirar fijamente a los ojos del conductor que se avecina. Jamás hay que vacilar porque en ese caso el que va al volante intentará esquivarte, y te obligará a hacer un pase de pecho para eludir la cornada. Lo mejor es plantarte con gallardía frente al morro del vehículo, que seguro que se detiene.

Este sistema sirve únicamente cuando el tráfico es muy denso y lento. Otro cantar es cuando hay que atravesar un avenida rápida, como algunos tramos de la Corniche, que circula bordeando El Nilo. Es como si el matador saltase al ruedo a pelo. Ahí lo único que sirve son unas buenas piernas. Lo más aconsejable, de todas maneras, es evitarlas, sobre todo de noche, porque muchos vehículos ni siquiera circulan con luz y, como los astados, son capaces de envestir a cualquiera.

KIM Amor www.elperiodico.es

Sin duda,este relato no esta para nada exagerado es 100x100.Os lo puedo asegurar que lo he vivido en mis propias carnes y si Dios quiere espero vivirlo más veces.Para mis egipcios y en especial a la madre de la tierra,la victoriosa...EL CAIRO.



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